“La gran ave o aeronave
con alas de águila y plumas metálicas es libre”
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La aeronave volaba por sobre un colchón de nubes blancas a diez
mil metros de altura y velocidad crucero.
A cargo de los controles estaban el primero y segundo oficial,
mientras el Capitán dormía en una cucheta de la cabina de comando, haciendo
uso de su descanso reglamentario, correspondiente a largas travesías como lo
era ésta. El vuelo registraba una calma navegación, hasta que el radar detectó unas
enormes nubes, marcando en sectores rojos y señalando las células de
tormenta con su núcleo de mayor actividad turbulenta, el cual debía ser
esquivado. El gráfico mostraba la poderosa tormenta eléctrica, cuyos rayos en líneas de fuego amenazaban a la aeronave de no cruzarse a su paso. Los
pasajeros dormían como la mayoría de la tripulación de asistentes, de los
cuales sólo dos estaban activos en su labor.
Ante tal alerta, el Capitán fue despertado por un oficial y
se ubicó en su asiento de comando, ajustó su cinturón de seguridad, chequeó los instrumentos, observó al radar y dirigió al piloto automático, pasando
entre los dos grandes penachos de amenazantes cumulonimbus, que quedaron a los
costados de la aeronave. Algunos pasajeros despertaron -entrando en pánico-,
así como la tripulación toda que se preparó para una posible emergencia. El
Capitán con experiencia ante tales furias climáticas, logró una vez más, traspasar
la poderosa masa turbulenta sin poder evitar el balanceo del
avión y esquivando rayos que se disparaban a lo alto y ancho.
Al cabo del peligro climático, la aeronave fue estabilizada.
Pasadas unas horas, en un diáfano cielo iluminado por un sol
naciente, que asomaba con los tonos naranja, la aeronave comenzó a descender
lentamente dirigiéndose a su destino: “una
gran isla que no se encontraba muy lejos”.
En vuelo rasante -luego de un marcado descenso, sobrevoló al
barco, y al hacerlo, se le impregnaron tonalidades de colores luminosos.
Los pasajeros iban viendo para su asombro que el fuselaje metálico
de la aeronave se transformó en un material transparente, sintiéndose
suspendidos en el aire sin apoyo alguno, como si estuvieran bajo el efecto de
alucinógenos, temerosos de lo que estaba sucediendo y no poder dominar el
vértigo por la situación que escapaba a
su control.
Ya en descenso de aterrizaje, aproximándose a la gran isla,
el avión entró en zona; el Capitán se comunicó por radio con la torre de control aéreo, avisando de su arribo.
Desde lo alto se podía ver “la gran isla” de forma irregular, con una extensión de acantilados,
donde las olas golpeaban a las rocas con furia por ser zona de mar bravío. Del lado opuesto se
divisaban serenas playas con una clara línea de espuma blanca, que dejaba el
mar como señal que allí terminaba su dominio para darle paso a la calidez de la
arena en la playa. En un costado se encontraba un pequeño archipiélago de islas menores muy
diferentes entre sí. En su interior una intensa vegetación de todos los verdes,
entremezclada con poblados de casas de diferentes diseños arquitectónicos y
diversos coloridos.
Aterrizada la aeronave, se abrieron sus puertas y los
pasajeros descendieron en fila, por una manga que finalizaba en una enorme
sala con altas paredes doradas, con su techo en cúpula y arabescos moros.
Nadie los recibió a su llegada.
Los pasajeros permanecieron en el lujoso recinto de arcaica decoración, y sillones tapizados en terciopelo. Una ambientación creada por finos artesanos y
profesionales ebanistas, que invitaba al reposo.
Todos en absoluto silencio, mirándose entre ellos con actitud
de desconfianza, mientras el miedo se hacía notar en sus miradas a medida que
pasaba el tiempo. Ante tanta incertidumbre y buscando
respuestas que nadie daba, fueron saliendo por puertas de arquitectura
abovedada y finamente talladas.
Al salir, los pasajeros -que ya no lo eran, se encontraron en
espacios exteriores de exótica vegetación que emanaba aromas florales y
frutales, perfumando el aire e incitando a inhalar esas fragancias. Por sus
espacios caminaban animales de especies desconocidas, acompañando a personajes
vestidos con trajes labrados, de sedas de Oriente, brocados y géneros de todos
los países del mundo como así tejidos de telares artesanales con exclusivos diseños.
“Quien arribaba a la
isla, nunca se iría de ella”.
La gran isla estaba habitada por gente originaria de los
cinco Continentes, por lo que constituía una población cosmopolita, rica en
razas originarias que fueron fusionándose entre ellas surgiendo nuevas, de una
belleza y rasgos únicos, potenciados con originales colores de pieles. Las
combinaciones genéticas producidas en las fusiones generaron razas humanas de
brillante inteligencia, con nuevos paradigmas desprovistos de creencias y
miedos, y tan puros como las primeras tribus que no poseían el Ego.
Los
habitantes de las razas originarias, habían edificado sus viviendas de acuerdo
a sus costumbres, cultura y religión de sus países natales. La diversidad de
idiomas que dificultaba en su origen la comunicación, hizo que algunos desarrollaran la
telepatía y otros el meta lenguaje.
Las nuevas especies o razas humanas o nuevas etnias sólo
existían en la gran isla, al igual que animales nacidos de manipulación
genética y experimentos de los científicos biólogos que habitaban la isla.
En el extremo sur, se encontraba un monumento Etrusco, y en
toda ella se destacaba el arte de la orfebrería, e innovadoras construcciones
navales aparcadas en sus costas, rodeadas de un mar azul.
La aeronave permanecía en la pista sin poder despegar ya que
ninguna torre de control existía allí y nadie expendía combustible para la
misma. Al bajar los pasajeros, las puertas se cerraron, quedando selladas con
la tripulación adentro.
“En el tiempo del no tiempo se transformó en una gran ave o aeronave con alas de
águila y plumas metálicas; levantó vuelo fundiéndose en la nada sin rumbo”.
El Capitán ocupaba su puesto de comando, junto al oro de
su tesoro custodiado por un Guerrero y sólo él tenía acceso, ya que era el Poder; se conectaba con la Creación, ese
estado tan puro opuesto a la oscuridad de los pensamientos en la Fuerza que se encontraba el resto de la
tripulación, inactiva y temerosa por ese vuelo en la nada.
La gran ave o aeronave con alas de águila y plumas metálicas,
poseía un doble, pero era un vehículo energético en estado atemporal que
contenía el pasado, presente y futuro, a la vez generaba potenciales futuros esparcidos en el Universo.
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En coordenadas paralelas navegaba el barco y volaba la gran
ave, ambos sin rumbo en la nada.
(clic sobre imágenes para ampliar)
El Guerrero
Geometría Fractal
Elsa Gillari