“En la partida muere la materia densa”
En el centro de la gran isla con
habitantes de los cinco continentes que desarrollaron la telepatía, se
encuentra el cementerio.
El cementerio está diseñado sobre
una base de tierra cuadrada con sus extremos cercados
por hileras de coníferas, de las que se
desprenden sus piñas decorando el suelo, a la vez perfumando el aire con aromas
silvestres de sus diferentes especies; en los ángulos se cortan las hileras con
muérdagos salpicados de pequeños frutos rojos.
Cuando alguien fallece, los
hombres funerarios del comienzo del ritual, se visten con chaqueta y babucha,
ambas blancas, y un ancho cinturón morado; preparan el cuerpo para la partida
con un ritual que se realiza en el templo funerario, ubicado en el extremo
norte del cementerio.
El templo es de una maciza
construcción, con anchos y altos muros pintados de blanco, tanto en su interior
como exterior, como símbolo purificador de almas. En el centro se encuentra el
recinto principal y otros más pequeños a su alrededor. Su cúpula es una
pirámide recubierta de una lámina de metal repujada y pintada de blanco. La luz
se introduce por grandes ventanales con vitreaux, que durante el día cambian
los colores de sus vidrios, generando una iluminación tornasolada. El piso es
de mármoles de granos ásperos, lisos, y de colores pasteles fríos con diseños
que forman figuras geométricas y entremezclados
símbolos de los arcanos. La entrada
está protegida por un portón de una gruesa madera de roble con herrajes de plata
y oro. En el interior del templo se respira incienso, impregnado en el ambiente
y sus muros aunque permanezca cerrado.
El ritual lo comienzan sobre una
gran piedra rectangular, en el centro del recinto principal. Se deposita sobre ésta,
una balsa diseñada para la ocasión, construida con madera de conífera; se la
cubre con un panel de tierra húmeda y frescos pétalos de flores exóticas
diseminadas en ella. Sobre la misma, se deposita el cuerpo en posición fetal,
como dispuesto a nacer a una nueva vida; previamente fue ungido con un
compuesto aceitoso, preparado con extractos florales y finas hierbas de Oriente,
y envuelto en un lienzo blanco de lino, que se va adhiriendo al cuerpo,
mostrando sus formas y recostado sobre su parte izquierda protegiendo su
corazón. Terminado el tratamiento al cuerpo, en su plexo solar se le ubica una
piedra de oro, sostenida por sus manos ya rígidas, simbolizando su tesoro.
En cada ángulo de la balsa se clava
una antorcha con fuego, generado por un aceite que mantiene siempre viva la
llama. En todo el templo, continuamente, mientras dura el ritual se puede oír
música con sonidos de la naturaleza, melodías de diversas etnias y cánticos
corales, algunas de alta frecuencia para así poderse elevar el espíritu del
difunto.
Cuando los hombres funerarios
acaban con su labor, se retiran del recinto y
se acercan los Shamanes, vestidos con largas túnicas blancas y alrededor
de su cuello -llegando a su cintura-, un collar con siete piedras preciosas,
cada una del color correspondiente a cada Chakra;
en su mano derecha llevan un bastón de madera de ébano representando la
oscuridad. Se ubican junto al cadáver en silencio y meditando, rezan mantras
que repiten en voz alta y otras en silencio, cumpliendo su misión de
acompañarlo a partir; sus discípulos colaboran ocupándose de quemar sándalo,
incienso y mirra, junto al difunto y por todo el recinto, en incensarios de
bronce de una exquisita orfebrería etrusca. Los pensamientos del difunto, la Fuerza ya fenecida, es despedida con
esencias aromáticas, para así ser transmutada, la energía oscura que han dejado antes de partir.
El ritual se realiza sean hombres
o mujeres, para acompañarlos en la partida de esta vida hasta que llegue a su morada; también en agradecimiento por su colaboración durante su estadía, con
los habitantes de la isla, flora y fauna.
Mientras dura el ritual, la que
era su vivienda en la isla, comienza su proceso de auto destrucción; sus muros
y techo se van quebrando, rompiéndose de a poco en pedazos, hasta quedar en
pequeñas partes formando como una montaña de escombros; debajo de estos se
produce una grieta que se va abriendo hasta aparecer una gran fosa en la que
caen hasta su fondo. Luego se cierra sola y se cubre con una capa de tierra; en
ese nuevo espacio crece una planta con una flor de una especie nueva no
existente en la isla.
Dos felinos blancos de sedoso
pelaje, similares a panteras de enorme tamaño, son seleccionados para la
culminación del ritual.
Terminada la ceremonia, la balsa
con el cadáver es retirada del templo y apoyada en el piso junto al portón de
entrada, donde esperan los felinos para trasladarla hasta la costa más cercana,
en un lento andar. A su arribo en la costa, esperan los hombres funerarios del
final de la partida, con gesto de respeto en sus rostros bronceados; vestidos
con trajes azules, bordados con piedras preciosas e hilos de plata. Los felinos
son liberados de la balsa con el cuerpo y las cuatro antorchas con fuego. Los
hombres la levantan y la cargan en sus hombros hasta entrar a la orilla del mar
donde la sueltan con sumo cuidado, culminando la ceremonia entregando el cuerpo
al espíritu de la naturaleza, con los
cuatro elementos portados desde el nacimiento, desapareciendo cada uno para la
regresión al origen.
Unas olas gigantes lo reciben como
devorándolo en señal de bienvenida.
Los felinos, se transforman en
grandes aves de plumaje blanco brillante, y lo acompañan en el mar emitiendo
sonidos musicales como cánticos hasta llegar a su morada, desprovisto de la Fuerza y la materia densa.
Finalizada la ceremonia en la
isla, los especialistas en construcciones funerarias, se dirigen al templo de
los deseos junto al monumento Etrusco, en el cual por orden alfabético se
encuentran ordenadas unas pequeñas cajas de orfebrería conteniendo en su
interior un texto y el diseño de lápida o bóveda, que desean les sea construidas
luego de su fallecimiento; son dejados allí por los mismos habitantes de la
isla en vida. Estas cajas son retiradas por los especialistas y terminada la
lápida o bóveda las dejan en ellas.
Las lápidas o bóvedas son simbologías
del pensamiento que perece.
En cada sepulcro se representa la
cultura del país originario del muerto; así también bóvedas con finos cristales
tallados y esfinges. Cada una de ellas, registra su estadio en la historia de
la humanidad. Pasado el tiempo en el no tiempo, cada bóveda o lápida, por sí
solas se auto destruyen convirtiéndose
en un fino polvo, que el viento desparrama por la Necrópolis y penetra en sus
tierras vigorizando la vegetación de la más colorida paleta.
La isla tiene una variada
geografía; altas cumbres con nieves eternas, que generan corrientes de agua
cristalina y caudalosos ríos; hasta sectores de clima tropical todo el año, por
lo que se pueden encontrar, diversas especies vegetales, frutales y florales que
crecen en cualquier clima; algunos bosques que perfuman el aire. La tierra,
tiene la característica de poseer nutrientes, con todos los minerales y representa
el poder de la fertilidad. Como efecto purificador de energías, son frecuentes
las tormentas eléctricas, con fuertes lluvias que limpian de todo mal a la isla.
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El barco sin rumbo en la nada,
navegaba lejos de la gran isla. En el trayecto, se encuentra con dos felinos alados, de un blanco
brillante, que comenzaron a seguirlo desde el cielo, ubicándose uno en la proa
y otro en la popa. El sol, como foco luminoso, hacía que se desprendieran luces
de sus alas. El capitán les dio la bienvenida, a la vez que les agradecía su
compañía en la aventura. Luego de un largo recorrido de navegación, una pequeña
isla rocosa se divisaba a lo lejos.
Los felinos alados, se
despidieron del capitán y volaron hacia la pequeña isla. Cuando llegaron a
ella, y al pisar el suelo de rocas volcánicas como un acto mágico le
desaparecieron las alas; caminaron juntos hacia unas rocas menos irregulares y
se acomodaron en ellas a reposar, bajo un cielo azul y rosado que parecía
protegerlos. Uno distendido y el otro al
acecho, ambos con penetrante mirada
marcaban su territorio ante la posible llegada de depredadores.
Tiza pastel sobre papel 70X60 cm (1987)
(clic sobre imagen para ampliar)
(Colección privada)
©Elsa Gillari
Copyright
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