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miércoles, 31 de diciembre de 2014

El Barco (Saga Épica - Cap.1)



El Poder del Amor

Geometría Fractal
(clic sobre imagen para ampliar)



“No sé si estoy en la nada… lo que sea me gusta”

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El barco poseía un alma sutil de una sustancia líquida, acuosa que según las circunstancias se transformaba en hielo y otras en vapor conectándose con La Creación, fluctuado en los tres estados; corruptible e imperecedera.
El barco estaba anclado en el viejo puerto desde hacía tiempo pero había llegado el momento de partir. El Capitán dio una vez más, la orden a los marineros de levantar la pesada cadena y ancla para iniciar una travesía sin rumbo en la nada, por lo que ellos al ser informados y desconociendo tan extraña orden, se negaron por temor a morir en esa desconocida aventura, en la que se sentían obligados a desprogramarse de sus creencias y desprenderse de viejos mandatos que formaron su trayectoria de marines.
El Capitán se afirmó ante ellos desde el Poder donde reside el Amor. Ellos obedecieron alimentando pensamientos oscuros con miedos, que a algunos los paralizaba; al fin fue desanclado el barco del viejo puerto, dejando un espacio vacío de aguas cristalinas, prontas a servir a una nueva nave.
Desde su puente de mando en la popa, el Capitán alzó sus brazos en actitud de triunfo y agradecimiento ante la tan esperada partida.
Una gran pantalla con sonido y en 3D, estaba situada en una de sus salas, en la que continuamente, sucedían imágenes, textos y filmaciones, las cuales relataban la historia de la humanidad y su inconsciente colectivo. Los marineros se hallaban profundamente temerosos en la extraña aventura; el miedo les producía sufrimientos por lo que consideraban estaban haciendo un sacrificio. El resto de la tripulación y el jefe de cubierta acataron las órdenes sin oponer resistencia alguna.
El buque se fue alejando del puerto, hasta entrar en mar abierto “sin rumbo en la nada ni brújula que lo guíe”.
El Capitán al mando, en el Poder, cantaba una vieja canción marina mientras escribía en la bitácora lo ya acontecido. El jefe de cubierta y el segundo y tercer oficial cumplían con sus funciones cuando la situación lo requería.

El dios Neptuno se ubicó delante de la proa con su tridente cabalgando las olas tempestuosas, en señal de protección a la nave que navegaba sin rumbo.

A su paso el barco iba dejando en el aire múltiples formas geométricas en Fractales, pensamientos amorosos que se multiplicaban más rápido que la velocidad de la luz, coloridas explosiones que semejaban fuegos artificiales.
Una bandada de golondrinas se alineó a la izquierda y otra de gaviotas a la derecha en acrobático vuelo, colaborando con el elemento aire.
Por los misterios del mar una ballena se transformó en mojarrita.
Un grupo de delfines, nadaban junto a los laterales,  haciendo piruetas en el aire, a la vez que emitían sonidos musicales que se expandían en ondas a modo de concierto armonizando la vida de las especies en su hábitat.
El barco en su navegación, se cruzó con una sirena solitaria, que en noche de plenilunio enamoraba con su canto. Al amanecer se sumergía en el azul, acariciaba sus perlas y se vestía con ellas. Subía a la superficie y respiraba las brisas de un nuevo día. La sirena ha visto el barco sin rumbo y lo sigue... danzando sobre la estela que va dejando el barco.
Una ballena embarazada, nadaba delante del barco sin rumbo (ella creía dirigirlo).
El barco con sus luces de neón, iluminaba el océano por las noches. 
Dos sirenas moribundas agonizaban en plenamar. El Capitán lanzó redes rescatándolas de las aguas para sanarlas, las subió al barco, les dio a beber de su poción mágica, -la misma que utilizan los Chamanes. Ellas recuperadas y sonrientes, de un salto se lanzaron al mar nadando hasta la profundidad para sentirse vivas nuevamente; sus escamas se iluminaron con luces de neón.
Algunas especies marinas del espíritu de la naturaleza, comenzaron a seguir al barco sin rumbo, al cual lo sentían como uno más de ellas. El Capitán, fumando su pipa, las contemplaba con admiración, sintiéndose parte de la misma. 
Un pulpo le mostró sus tentáculos en señal de abundancia y augurando una próspera travesía.
La ballena embarazada abandonó la ruta de la nave y se dirigió a mares templados a parir su cría.
Unas pocas nubes blancas que parecían algodón  se mostraban en un cielo diáfano, por lo que el sol iluminaba con sus cálidos rayos de fuego. De vez en cuando, algunos nubarrones negruzcos y fríos se encontraban al paso del barco, traspasando éste fuertes tormentas.
En la popa descansaba el Capitán, cuando se hizo presente el fantasma de un anciano pescador emigrante que había vuelto a su terruño, a morir en paz en su casa natal entre mar y montañas. El Capitán le dio la bienvenida y lo acompañó a partir, hasta ver que se elevaba fundido en una inmensa luz blanca a lo alto, perdiéndose en el cielo.
Un cardumen de peces naranjas acompañaban a la nave ya que su misión era proteger el tesoro de los posibles depredadores, el “Oro que portaba el barco custodiado por un Guerrero”. El Capitán era el único que podía acceder al tesoro y sabía de su existencia.
  
El barco estaba pintado con todos los colores cálidos y fríos en armonioso equilibrio. Parecía una pintura abstracta en movimiento, compuesta por líneas rectas y orgánicas, figuras corpóreas, mándalas y flores. Al navegar brillaban líneas doradas y cobrizas recortando espacios asimétricos.
La eslora de un azul cerúleo con olas pintadas de turquesa, que a veces se hacía transparente como cristal, pudiéndose ver la profundidad del mar con su maravillosa flora y fauna, tan rica en colores como el mismo barco.

Su mástil no poseía bandera como símbolo de libertad.




Elsa Gillari
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La gran ave (Saga Épica - Cap.2)



“La gran ave o aeronave con alas de águila y plumas metálicas es libre”

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La aeronave volaba por sobre un colchón de nubes blancas a diez mil metros de altura y velocidad crucero.
A cargo de los controles estaban el primero y segundo oficial, mientras el Capitán dormía en una cucheta de la cabina de comando, haciendo uso de su descanso reglamentario, correspondiente a largas travesías como lo era ésta. El vuelo registraba una calma navegación, hasta que el radar detectó unas enormes nubes, marcando en sectores rojos y señalando las células de tormenta con su núcleo de mayor actividad turbulenta, el cual debía ser esquivado. El gráfico mostraba la poderosa tormenta eléctrica, cuyos rayos en líneas de fuego amenazaban a la aeronave de no cruzarse a su paso. Los pasajeros dormían como la mayoría de la tripulación de asistentes, de los cuales sólo dos estaban activos en su labor.
Ante tal alerta, el Capitán fue despertado por un oficial y se ubicó en su asiento de comando, ajustó su cinturón de seguridad, chequeó los instrumentos, observó al radar y dirigió al piloto automático, pasando entre los dos grandes penachos de amenazantes cumulonimbus, que quedaron a los costados de la aeronave. Algunos pasajeros despertaron -entrando en pánico-, así como la tripulación toda que se preparó para una posible emergencia. El Capitán con experiencia ante tales furias climáticas, logró una vez más, traspasar la poderosa masa turbulenta sin poder evitar el balanceo del avión y esquivando rayos que se disparaban a lo alto y ancho.
Al cabo del peligro climático, la aeronave fue estabilizada.
Pasadas unas horas, en un diáfano cielo iluminado por un sol naciente, que asomaba con los tonos naranja, la aeronave comenzó a descender lentamente dirigiéndose a su destino: “una gran isla que no se encontraba muy lejos”.
En vuelo rasante -luego de un marcado descenso, sobrevoló al barco, y al hacerlo, se le impregnaron tonalidades de colores luminosos.
Los pasajeros iban viendo para su asombro que el fuselaje metálico de la aeronave se transformó en un material transparente, sintiéndose suspendidos en el aire sin apoyo alguno, como si estuvieran bajo el efecto de alucinógenos, temerosos de lo que estaba sucediendo y no poder dominar el vértigo por la situación que escapaba a  su control.
Ya en descenso de aterrizaje, aproximándose a la gran isla, el avión entró en zona; el Capitán se comunicó por radio con  la torre de control aéreo, avisando de su arribo.
Desde lo alto se podía ver “la gran isla” de forma irregular, con una extensión de acantilados, donde las olas golpeaban a las rocas con furia por ser zona de mar bravío. Del lado opuesto se divisaban serenas playas con una clara línea de espuma blanca, que dejaba el mar como señal que allí terminaba su dominio para darle paso a la calidez de la arena en la playa. En un costado se encontraba un pequeño archipiélago de islas menores muy diferentes entre sí. En su interior una intensa vegetación de todos los verdes, entremezclada con poblados de casas de diferentes diseños arquitectónicos y diversos coloridos.
Aterrizada la aeronave, se abrieron sus puertas y los pasajeros descendieron en fila, por una manga que finalizaba en una enorme sala con altas paredes doradas, con su techo en cúpula y arabescos moros.
Nadie los recibió a su llegada.
Los pasajeros permanecieron en el lujoso recinto de arcaica decoración, y sillones tapizados en terciopelo.  Una ambientación creada por finos artesanos y profesionales ebanistas, que invitaba al reposo.
Todos en absoluto silencio, mirándose entre ellos con actitud de desconfianza, mientras el miedo se hacía notar en sus miradas a medida que pasaba el tiempo. Ante tanta incertidumbre  y buscando respuestas que nadie daba, fueron saliendo por puertas de arquitectura abovedada y finamente talladas.
Al salir, los pasajeros -que ya no lo eran, se encontraron en espacios exteriores de exótica vegetación que emanaba aromas florales y frutales, perfumando el aire e incitando a inhalar esas fragancias. Por sus espacios caminaban animales de especies desconocidas, acompañando a personajes vestidos con trajes labrados, de sedas de Oriente, brocados y géneros de todos los países del mundo como así tejidos de telares artesanales con exclusivos diseños.
“Quien arribaba  a la isla, nunca se iría de ella”.
La gran isla estaba habitada por gente originaria de los cinco Continentes, por lo que constituía una población cosmopolita, rica en razas originarias que fueron fusionándose entre ellas surgiendo nuevas, de una belleza y rasgos únicos, potenciados con originales colores de pieles. Las combinaciones genéticas producidas en las fusiones generaron razas humanas de brillante inteligencia, con nuevos paradigmas desprovistos de creencias y miedos, y tan puros como las primeras tribus que no poseían el Ego. 
Los habitantes de las razas originarias, habían edificado sus viviendas de acuerdo a sus costumbres, cultura y religión de sus países natales. La diversidad de idiomas que dificultaba en su origen la comunicación, hizo que algunos desarrollaran la telepatía y otros el meta lenguaje.
Las nuevas especies o razas humanas o nuevas etnias sólo existían en la gran isla, al igual que animales nacidos de manipulación genética y experimentos de los científicos biólogos que habitaban la isla.
En el extremo sur, se encontraba un monumento Etrusco, y en toda ella se destacaba el arte de la orfebrería, e innovadoras construcciones navales aparcadas en sus costas, rodeadas de un mar azul.

La aeronave permanecía en la pista sin poder despegar ya que ninguna torre de control existía allí y nadie expendía combustible para la misma. Al bajar los pasajeros, las puertas se cerraron, quedando selladas con la tripulación adentro.
“En el tiempo del no tiempo se transformó en una gran ave o aeronave con alas de águila y plumas metálicas; levantó vuelo fundiéndose en la nada sin rumbo”.
El Capitán ocupaba su puesto de comando, junto al oro de su tesoro custodiado por un Guerrero y sólo él tenía acceso, ya que era el Poder; se conectaba con la Creación, ese estado tan puro opuesto a la oscuridad de los pensamientos en la Fuerza que se encontraba el resto de la tripulación, inactiva y temerosa por ese vuelo en la nada.
La gran ave o aeronave con alas de águila y plumas metálicas, poseía un doble, pero era un vehículo energético en estado atemporal que contenía el pasado, presente y futuro, a la vez generaba potenciales futuros esparcidos en el Universo.

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En coordenadas paralelas navegaba el barco y volaba la gran ave, ambos sin rumbo en la nada.


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El Guerrero
Geometría Fractal







Elsa Gillari
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La Partida (Saga Épica - Cap.3)




“En la partida muere la materia densa”


En el centro de la gran isla con habitantes de los cinco continentes que desarrollaron la telepatía, se encuentra el cementerio.
El cementerio está diseñado sobre una base de tierra cuadrada con sus extremos cercados  por hileras de coníferas, de las que se desprenden sus piñas decorando el suelo, a la vez perfumando el aire con aromas silvestres de sus diferentes especies; en los ángulos se cortan las hileras con muérdagos salpicados de pequeños frutos rojos.
Cuando alguien fallece, los hombres funerarios del comienzo del ritual, se visten con chaqueta y babucha, ambas blancas, y un ancho cinturón morado; preparan el cuerpo para la partida con un ritual que se realiza en el templo funerario, ubicado en el extremo norte del cementerio.
El templo es de una maciza construcción, con anchos y altos muros pintados de blanco, tanto en su interior como exterior, como símbolo purificador de almas. En el centro se encuentra el recinto principal y otros más pequeños a su alrededor. Su cúpula es una pirámide recubierta de una lámina de metal repujada y pintada de blanco. La luz se introduce por grandes ventanales con vitreaux, que durante el día cambian los colores de sus vidrios, generando una iluminación tornasolada. El piso es de mármoles de granos ásperos, lisos, y de colores pasteles fríos con diseños que forman figuras geométricas y entremezclados  símbolos de los arcanos.  La entrada está protegida por un portón de una gruesa madera de roble con herrajes de plata y oro. En el interior del templo se respira incienso, impregnado en el ambiente y sus muros aunque permanezca cerrado.
El ritual lo comienzan sobre una gran piedra rectangular, en el centro del recinto principal. Se deposita sobre ésta, una balsa diseñada para la ocasión, construida con madera de conífera; se la cubre con un panel de tierra húmeda y frescos pétalos de flores exóticas diseminadas en ella. Sobre la misma, se deposita el cuerpo en posición fetal, como dispuesto a nacer a una nueva vida; previamente fue ungido con un compuesto aceitoso, preparado con extractos florales y finas hierbas de Oriente, y envuelto en un lienzo blanco de lino, que se va adhiriendo al cuerpo, mostrando sus formas y recostado sobre su parte izquierda protegiendo su corazón. Terminado el tratamiento al cuerpo, en su plexo solar se le ubica una piedra de oro, sostenida por sus manos ya rígidas, simbolizando su tesoro.
En cada ángulo de la balsa se clava una antorcha con fuego, generado por un aceite que mantiene siempre viva la llama. En todo el templo, continuamente, mientras dura el ritual se puede oír música con sonidos de la naturaleza, melodías de diversas etnias y cánticos corales, algunas de alta frecuencia para así poderse elevar el espíritu del difunto.
Cuando los hombres funerarios acaban con su labor, se retiran del recinto y  se acercan los Shamanes, vestidos con largas túnicas blancas y alrededor de su cuello -llegando a su cintura-, un collar con siete piedras preciosas, cada una del color correspondiente a cada Chakra; en su mano derecha llevan un bastón de madera de ébano representando la oscuridad. Se ubican junto al cadáver en silencio y meditando, rezan mantras que repiten en voz alta y otras en silencio, cumpliendo su misión de acompañarlo a partir; sus discípulos colaboran ocupándose de quemar sándalo, incienso y mirra, junto al difunto y por todo el recinto, en incensarios de bronce de una exquisita orfebrería etrusca. Los pensamientos del difunto, la Fuerza ya fenecida, es despedida con esencias aromáticas, para así ser transmutada, la energía oscura que han dejado antes de partir.
El ritual se realiza sean hombres o mujeres, para acompañarlos en la partida de esta vida hasta que llegue a su morada; también en agradecimiento por su colaboración durante su estadía, con los habitantes de la isla, flora y fauna.
Mientras dura el ritual, la que era su vivienda en la isla, comienza su proceso de auto destrucción; sus muros y techo se van quebrando, rompiéndose de a poco en pedazos, hasta quedar en pequeñas partes formando como una montaña de escombros; debajo de estos se produce una grieta que se va abriendo hasta aparecer una gran fosa en la que caen hasta su fondo. Luego se cierra sola y se cubre con una capa de tierra; en ese nuevo espacio crece una planta con una flor de una especie nueva no existente en la isla.
Dos felinos blancos de sedoso pelaje, similares a panteras de enorme tamaño, son seleccionados para la culminación del ritual.
Terminada la ceremonia, la balsa con el cadáver es retirada del templo y apoyada en el piso junto al portón de entrada, donde esperan los felinos para trasladarla hasta la costa más cercana, en un lento andar. A su arribo en la costa, esperan los hombres funerarios del final de la partida, con gesto de respeto en sus rostros bronceados; vestidos con trajes azules, bordados con piedras preciosas e hilos de plata. Los felinos son liberados de la balsa con el cuerpo y las cuatro antorchas con fuego. Los hombres la levantan y la cargan en sus hombros hasta entrar a la orilla del mar donde la sueltan con sumo cuidado, culminando la ceremonia entregando el cuerpo al espíritu de la naturaleza, con los cuatro elementos portados desde el nacimiento, desapareciendo cada uno para la regresión al origen.
Unas olas gigantes lo reciben como devorándolo en señal de bienvenida.
Los felinos, se transforman en grandes aves de plumaje blanco brillante, y lo acompañan en el mar emitiendo sonidos musicales como cánticos hasta llegar a su morada, desprovisto de la Fuerza y la materia densa.
Finalizada la ceremonia en la isla, los especialistas en construcciones funerarias, se dirigen al templo de los deseos junto al monumento Etrusco, en el cual por orden alfabético se encuentran ordenadas unas pequeñas cajas de orfebrería conteniendo en su interior un texto y el diseño de lápida o bóveda, que desean les sea construidas luego de su fallecimiento; son dejados allí por los mismos habitantes de la isla en vida. Estas cajas son retiradas por los especialistas y terminada la lápida o bóveda las dejan en ellas.
Las lápidas o bóvedas son simbologías del pensamiento que perece.
En cada sepulcro se representa la cultura del país originario del muerto; así también bóvedas con finos cristales tallados y esfinges. Cada una de ellas, registra su estadio en la historia de la humanidad. Pasado el tiempo en el no tiempo, cada bóveda o lápida, por sí solas se auto destruyen  convirtiéndose en un fino polvo, que el viento desparrama por la Necrópolis y penetra en sus tierras vigorizando la vegetación de la más colorida paleta.
La isla tiene una variada geografía; altas cumbres con nieves eternas, que generan corrientes de agua cristalina y caudalosos ríos; hasta sectores de clima tropical todo el año, por lo que se pueden encontrar, diversas especies vegetales, frutales y florales que crecen en cualquier clima; algunos bosques que perfuman el aire. La tierra, tiene la característica de poseer nutrientes, con todos los minerales y representa el poder de la fertilidad. Como efecto purificador de energías, son frecuentes las tormentas eléctricas, con fuertes lluvias que limpian de todo mal a la isla.

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El barco sin rumbo en la nada, navegaba lejos de la gran isla. En el trayecto, se encuentra  con dos felinos alados, de un blanco brillante, que comenzaron a seguirlo desde el cielo, ubicándose uno en la proa y otro en la popa. El sol, como foco luminoso, hacía que se desprendieran luces de sus alas. El capitán les dio la bienvenida, a la vez que les agradecía su compañía en la aventura. Luego de un largo recorrido de navegación, una pequeña isla rocosa se divisaba a lo lejos.
Los felinos alados, se despidieron del capitán y volaron hacia la pequeña isla. Cuando llegaron a ella, y al pisar el suelo de rocas volcánicas como un acto mágico le desaparecieron las alas; caminaron juntos hacia unas rocas menos irregulares y se acomodaron en ellas a reposar, bajo un cielo azul y rosado que parecía protegerlos. Uno distendido y el  otro al acecho, ambos con  penetrante mirada marcaban su territorio ante la posible llegada de depredadores.






Panteras Blancas

Tiza pastel sobre papel  70X60 cm (1987)

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(Colección privada)

©Elsa Gillari
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