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jueves, 21 de abril de 2011

OPCIONES





     En esa negra noche el riachuelo me invitaba al suicidio. Contemplé las aguas turbias con mis recuerdos, suspendida en el tiempo, esperando una respuesta que no tenía. Me aferré a la baranda del puente y lo seguí mirando desafiante.
   Por un instante pensé en la vida; en mi nefasta vida buscando una fórmula final de felicidad o una estrategia suicida que no fallara esta vez. No eran humores acuosos de suciedades cloacales el método planeado para el final, pero ya no importaba.
   Un niño de la calle se acercó a pedirme una moneda, y pude ver en sus ojitos buscando soles el dolor del hambre; no pude evitar llorar.
   -Una monedita por favor…
Sus pies descalzos y su cuerpo vestido con harapos me hablaban de una inocencia perdida. De noches frías debajo de un puente. 
  Le di unas monedas y acaricié su piojosa cabellera, sintiendo que eran hilos de seda en la cabeza de un ángel. Se marchó con una sonrisa agradeciéndome el bocado recibido.
  El cielo se iluminó de estrellas.
  El riachuelo se transformó en un mar azul; su barro era una fina arena cálida que me invitó a recostarme en posición fetal.
  Acababa de nacer y un ángel me indicó el camino.




©Elsa Gillari